La Santa Cena, una ceremonia exclusiva de los cristianos.

 Un detalle (entre varios) que nos da mucha luz y que es un claro indicativo de que la Santa Cena solo la deben tomar los verdaderos creyentes, es que el Señor Jesús instituyó la Santa Cena después de que Judas Iscariote salió de la reunión. Cabe mencionar que Judas comió la pascua, mojó el pan en el plato de Jesús, pero no participo de la Santa Cena. (Mat 26:25) (Juan 13:30).

Sabemos que en “el cristianismo” constantiniano cualquiera que acude a misa puede “comulgar” (comer la hostia “el cuerpo de Cristo”) sin importar si es un delincuente, un narcotraficante, un político corrupto, un hombre que golpea a su mujer, un violador, un homosexual, un pedófilo, un adultero, una prostituta, un asesino etc. Cualquiera que acuda a misa puede participar de ello.

Pero es preciso aclarar que en el caso del cristianismo bíblico esto no es así (o no debe ser así). La Santa Cena es exclusivamente para verdaderos creyentes, aquellos que han reconocido sus pecados, que se han arrepentido de ellos y han creído en Jesús como su Salvador, y que además han pasado fielmente por un proceso considerable de discipulado y una supervisión por parte de la iglesia para certificar la genuinidad de su fe. Es indispensable que antes de tomar la cena, la persona haya sido bautizada y añadida a iglesia, o por lo menos que esté ya en proceso su inserción a la membresía.

En resumen, un verdadero creyente cree, se bautiza y se añade a la iglesia, la cual estará supervisando su desarrollo y a la que rendirá cuentas. No hay razón alguna para que participen aquellos que no tienen la mínima intención de ser iglesia.

Si permitimos participar de la Cena del Señor a personas que no dan muestra de vida nueva, de vida espiritual, que no han cumplido con lo rudimentos de la fe, caemos en el grave pecado de restarle valor a la preciosa institución del Señor que quedo como una conmemoración y anuncio de su glorioso sacrificio.

Por tanto, permitir que personas que no tienen interés de ser verdaderos discípulos y estar bajo la supervisión formal de una iglesia local, es cometer un grave pecado del que daremos cuenta principalmente los pastores.

Nota. Al mencionar en mi escrito la anterior lista de pecadores, mi intención no es juzgarles ni ofenderles pues yo también fui un pecador impenitente (peor que todos los mencionados). Mi intención es hacer énfasis en la importancia de la Santa Cena. Por otra parte sepan que el Señor nos manda amar a todos no importando la gravedad de sus pecados. Pero es preciso, por el bien de sus almas, que reconozcan su pecado, se arrepientan y vengan a los pies de Jesús, para poder entonces participar de tan especial y hermosa ordenanza.


Serafín Romero 13 Enero 2022







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